El Patriarcado es uno de los conceptos centrales de las teorías feministas. A diferencia del género o el machismo cuyos significados se asientan más en la cultura, los comportamientos y las ideas, el Patriarcado se refiere a las estructuras de la sociedad que, a su vez, pueden ser entendidas desde distintas perspectivas: como las formas en que se organiza la sociedad para producir (qué grupos hacen qué tipos de trabajo) y repartir los bienes y la riqueza; o como el sistema de relaciones que se genera entre estos grupos. Cuando hablamos de Patriarcado entonces, nos referimos a todas esas formas de organizar que nos excluyen como mujeres o nos ponen en un lugar de subordinación con el propósito de perpetuar esa dominación que a través de la historia ha sido ejercida sobre nosotras. El Patriarcado, entonces, no puede ser vencido solo a través de cambios de actitudes o por la inclusión de mujeres en todos los espacios. Para acabar con él, sería necesario modificar todas las formas en que nos organizamos, hacia una sociedad donde la igualdad pueda ser real para todxs y donde se priorice el cuidado de la vida y de la naturaleza por encima de la lógica de la acumulación y los beneficios económicos inmediatos.

Los retractores del feminismo suelen argumentar que el Patriarcado ya no existe porque éste se define como la dominación del hombre sobre la mujer en la familia. Sin embargo, aunque la familia es hasta hoy una institución muy reacia al cambio, el concepto de Gerda Lerner propone que esa dominación se extiende a todos los espacios de la sociedad pues todos ellos, al igual que la familia, fueron construidos por y para los hombres. Pero ¿cómo se ve esto en la actualidad? Se ve en las distintas ideas sobre lo que deben hacer las hijas e hijos en el hogar; en los comportamientos de todos los hombres que no ven nada malo en acosar a las mujeres en las calles; en las leyes que regulan nuestra decisión sobre ser o no ser madres; en los cuerpos de las mujeres que son dejados en espacios públicos a manera de amenaza o como evidencia de un logro. Más allá de las actitudes machistas, el Patriarcado sería esa sociedad en la que es posible que todo esto pase, que lo permite y lo justifica.

Un sistema diseminado puede ser una de las mejores nociones para entender al Patriarcado. A veces, cuando hablamos del sistema como una base, hacemos esfuerzos demasiado grandes por encontrar ahí el problema a resolver pero la verdad es que, aunque construyéramos un nuevo mundo en el que el trabajo productivo tuviera el mismo valor que el trabajo reproductivo y de cuidados que realizamos las mujeres; tendríamos una tarea igual de ardua que la de ahora: identificar todas las formas en que se reproduce el patriarcado y trabajar por cambiarlo todo. Cuando Rita habla del “modo capilar”, se refiere a que el Patriarcado se hace presente en todo pero por capas y a veces de forma poco visible.

El Patriarcado ha existido en los diversos sistemas de desigualdad y opresión y se expresa de distinta manera según el lugar o momento histórico. Kate Millet afirma que “resulta casi imposible valorar las desigualdades existentes por hallarse saturadas de factores culturales”. Es decir, la dominación de los hombres sobre las mujeres no se dio por voluntad o por algo innato en ellos, se dio en relación a una forma de organización social marcada siempre por la desigualdad y la posibilidad de que unxs opriman a otrxs. Además, al reconocer que adquiere distintas formas, seríamos más capaces de identificar cómo se expresa en distintas culturas y a dejar de medir la “liberación de las mujeres” desde una visión occidental.

Fuerte pero necesario, en el Patriarcado el trabajo de la mujer no se considera algo que genere un valor real para la economía, por el contrario, es un servicio que se presta al hombre para que tenga él la capacidad de trabajar y generar un valor que finalmente tampoco es muy aprovechado por él sino por el jefe o dueño del lugar para el que trabaja. A pesar de que ahora podamos hablar de que las mujeres hemos podido acceder al trabajo, la verdad es que esto se traduce finalmente en dos cosas: que asumimos una doble jornada en la que tenemos que hacernos cargo del trabajo y del hogar; o que otra mujer lo asume por nosotras.

En una reconceptualización de Patriarcado, Adriana Guzmán lo establece como el inicio o la base de todos los sistemas de desigualdad y de opresión, coincidiendo con Rita Segato cuando dice que “el Patriarcado es central para mantener el edificio de todos los poderes”. Es decir, no solo acompaña a todas las formas en que la sociedad se ha organizado para perpetuar las opresiones, sino que es el justificación misma de ellos. Nuestros cuerpos son la justificación misma. Nuestras madres, abuelas, nosotras, somos el ejemplo mismo de que explotar es solo parte de la vida, así es como lo aprendimos de niñxs, así lo aprenden ahora nuestrxs hijxs.