Frente a las puertas,  tenía un mal presentimiento. Te dije: tengo un mal presentimiento.  Las manos del hombre no le combinaban con el resto de su cuerpo, hubiera podido sacarse los pulgares para disimular pero tuvo que abrir la puerta a manera de bienvenida. Dentro de mis empecinamientos me conservo las dudas.

Siempre sentí que tomarte la mano me convertía en una extensión de tu cuerpo.  Caminamos rodeando el escenario hasta el punto reservado para los dos quién sabe por quién. La cama era un triángulo blanco perfectamente ubicado, como una solución después de tanto errar. Ya no importaba donde estábamos ni las razones ni el camino, la calma también es un estado de olvido.

Partimos el tiempo en dos y nos compartimos los segundos, llevabas reflejada en la boca la historia de los años que hasta  hoy soy capaz de proyectar en diapositivas como leyéndote  la mente, pero ya no soy capaz de leerte la mente sin verte la nariz.  En ocasiones como ésta escogía no tejerte los juegos que, cuando no podías seguir, te sacudías de los brazos destruyendo el lugar.

La proyección empezó… en medio de la oscuridad apenas se reconocían las imágenes en la tela, mi segunda reacción  tuvo que ser una pregunta: ¿Por qué el público se había disfrazado y se presentaba ante nosotros como una fracción cómoda pero infaltable del espectáculo? Entonces no había un punto central, un foco de atención, ni siquiera un espectador, éramos todas fichas en un tablero que Nadie movía pero que alguien pintó sobre las bases de mi historia redonda.

Sí, redonda. Estaba tan segura de la forma de mi historia que no fue difícil gritarle a cada imagen que no correspondía a un elemento que yo pudiera reconocer en mí, ni siquiera antes de sentirme una extensión de tu cuerpo.

…La confusión es un payaso gordo sin pulgares diseñando laberintos espirales sobre un papel blanco causado por el vacío post-amor y pre…no sé qué se viene…

Me alejo  tras de ti siguiendo mi instinto, cargando el cuidado que no pongo cuando te convierto en mi actor secundario para la constante toma de decisiones que no van a dejar de involucrarte. Una consumación perfecta, intocable tú en mi mundo imperfecto y en el más  grueso manto te he dejado más allá de lo que pudiera ver si me diera la vuelta y te escupiera  todo lo que siempre me falta. Si una última duda me cerró los ojos porque seguías oliendo como siempre debías oler,  lo que nace donde no hay espacio  me espesa la sangre.

Sobre las calles que intentan hacerse pasar por dormidas, me como las letras y me dibujo una historia redonda.